Estás cómodamente sentado en el sofá del salón. Ya es casi de noche pero hace todavía calor. Gracias al aire acondicionado se sobrelleva. La cervecita fresca y los pinchos de jamón y queso le dan un tono placentero a la tarde bochornosa. Tras los anuncios, con profusión de jóvenes mujeres que invitan al uso y disfrute de cualquier producto maravilloso, en la tele aparecen imágenes de niños negros que cantan en un patio y mujeres africanas ataviadas con llamativos trajes de colores. Un arrebato de lucidez te inunda en ese momento y piensas que tu vida no es vida si no te lanzas a conocer África.
Cuando a uno se le ocurre por primera
vez la posibilidad de hacer un viaje a África, piensa que es una locura (¿qué se me ha perdido a mí en África?), pero no cabe ninguna duda de que desde el origen tiene algo de tentador, algo atrayente. Por una parte África es lo
distante, lo diferente, lo desconocido, lo exótico pero, también es lo más necesitado.
Aunque me encanta y lo disfruto a
placer, humanamente no me aporta gran cosa estar de vacaciones tomando el sol
en una playa maravillosa, ni me hace cosquillas en el alma aunque me quede
embelesado, la contemplación de un monumento espectacular o la visita a un
museo con magníficas obras de arte. Prefiero otras alternativas que me sacudan
algo más, que me zarandeen, que me aporten ideas, que me ayuden a interpretar
y/o entender, que me sensibilicen, que me ilustren o que me ilusionen. Es lo
que, a fin de cuentas, me enriquece.
Por eso me he puesto a planificar un viaje a Benín. Que tuviese un carácter recreativo,
por supuesto, pero también que tuviese una componente solidaria o de colaboración. No estaría nada mal desmarcarse un poco de los viajes al uso, de
las cadenas hoteleras que existen en todos los países subdesarrollados pero que
resultan totalmente impersonales y a los nativos no les dejan prácticamente
nada, y hacer un viaje que permitiese un contacto mucho más directo con la
gente de allí y un acercamiento mayor a las personas y a la situación real que vive el país. A la vez se trataría de aportar algo para se pueda sufragar algún
proyecto y que ellos obtengan algo positivo de nuestra visita.
Me puse en contacto con la asociación Destino Benín para preparar un viaje más solidario
que turístico con el objetivo principal de concienciarse acerca de la
necesidad de colaborar. Además de sensibilizar a la gente acerca
de la forma en la que viven otros humanos y de las necesidades de otros países,
serviría para contribuir un poquito al desarrollo de los más desfavorecidos,
una mínima inversión en su futuro que no viene nada mal, de la que pueden salir
nuevos proyectos y nuevos compromisos.
La intención sería alojarse en casas en vez de hacerlo en
hoteles, ya que así habría más posibilidades de un acercamiento real a la vida
beninesa y de impregnarse de otra forma de vida distinta a la nuestra. Por
supuesto que habría que ir a conocer los lugares más significativos pero
también habría que incluir otro tipo de visitas, como una escuela o un
instituto, un hospital o un centro de salud y un poblado, lugares que no suelen
visitarse en viajes tradicionales, pero de gran interés humano y social.
También habría que asistir a algún espectáculo de música o de danza local. Esas fueron las premisas. Así se puso en marcha este viaje.
No hay comentarios:
Publicar un comentario