miércoles, 10 de octubre de 2012

El viaje empieza cuando nace la intención


12º Día. Viernes, 24 de agosto de 2012.
El día se despierta deprisa. Nos levantamos (lo apreciamos) renovados. En el patio nos esperan Jöel y una nueva furgoneta (que no una furgoneta nueva) para poder ir todos juntos a Porto Novo, la capital de Benín. Son 35 kms., pero una vez en carretera da la sensación de que son elásticos, se nos hacen muchos más. Los desplazamientos aquí son lentos. 

Mientras circulamos entre un mar de motos me da tiempo a pensar que hay viajes que nacen de la nada, sin intención. Incluso es posible encontrarse con ellos por casualidad, en medio del camino, inesperadamente. Pero, en nuestro caso, no es así. Yo me puse hace tiempo en contacto con Romeo y con Destino Benín porque me apetecía conocer la realidad. Después de mi incursión por Senegal quería saber cómo era realmente África, sin adornos, sin focos, sin trampas.


En contra de lo que me ha sucedido en otras ocasiones, en las que voluntariamente procuraba lanzarme al camino con los ojos lo más cerrados posible, aunque nunca del todo, el principio de este viaje arrancaba mucho antes de subirnos al avión, mucho antes de cerrar la puerta de casa con ese tono inevitable del que piensa que se puede estar dejando atrás algo que le pueda hacer falta, mucho antes de ponerse a preparar el equipaje. Posiblemente aunque cierres los ojos en primera instancia, todos los viajes arrancan cuando nace la intención, cuando la imaginación empieza a darle forma a lo que hasta ese instante son sólo palabras, nombres, ideas. En ese momento empieza el viaje a ser de carne y hueso. Después, por suerte, la realidad siempre es distinta. De Benín, como de cualquier otro sitio, nos faltaban los colores, el tacto, el ritmo, los matices, la proximidad. Ahora, lo tenemos todo enfrente, lo tocamos, lo paladeamos, lo sentimos, lo olemos. Ahora tenemos ocasión de apreciarlo con todos los sentidos. Lo que está delante de nosotros es, ni más ni menos, que la realidad africana. Y está desnuda. Inquietante, sorprendente y todo lo contrario. África sin filtros, cara a cara. 
























En principio, la capital oficial del país se presenta ante nosotros bastante menos agresiva que Cotonou. Tiene aspecto de ser más relajada, no hay tanto bullicio. Yo diría que es más romántica. La entrada la hacemos a través de un hermoso palmeral, y las calles tienen un aire un tanto diferente, quizás como consecuencia de la colonización portuguesa que ha habido aquí (y que ha dado lugar al nombre de la villa). Hay un gran mercado. 

Vamos directamente al Centro Songhai, una especie de ciudad experimental integral que se autoabastece y asume en si misma todas las diferentes etapas del proceso productivo. Fue puesta en marcha hace 28 años por un padre dominico nigeriano que trabajaba en la Universidad de California. Queremos conocer de cerca cómo funciona. Jöel trabajó aquí hace unos años. Tenemos que esperar un poco para entrar. 
El centro Songhai pretende ser una clave para el desarrollo africano y un ejemplo a considerar en cuanto al aprovechamiento de los recursos. El objetivo es promover las áreas rurales como polos de desarrollo integrado, crear ciudades rurales que sean auténticas zonas empresariales y que puedan autogestionarse. El centro está obteniendo buenos resultados y el modelo ya ha comenzado a extenderse por otros países de África. Todo lo que en Songhai se produce, se comercializa y se distribuye desde allí mismo. Fundamentalmente la producción es agrícola, pero también hay animales (peces, aves y mamíferos) e incluso maquinaria. También producen energía solar y biogás. La fórmula la han ido implantando en otros lugares del país.


Nos hacen una presentación del centro, del funcionamiento y de las distintas dependencias, que recorremos con un guía. Nos explican cómo funcionan las diferentes secciones y los logros que, en cada caso, se han ido consiguiendo. A la salida, compramos algunos  productos fabricados allí, jabones, siropes, zumos, yogures. Todos naturales y de excelente calidad.
De Songhai nos vamos a comer al hotel La Capitale. Leontine, la dueña, ha estado en Madrid en Fitur, es amiga de Romeo y nos quiere invitar. La comida es exquisita y abundante: Primer plato de ensalada a base de lechuga, tomate, cebolla, pepino, zanahoria y atún. De segundo arroz con carne de ternera en salsa, acompañado de plátano frito y patatas. Postre, manzana. Café. Nos acompañan a hacer un recorrido por las diferentes dependencias del hotel. Nos enseñan habitaciones, salas de reuniones y terrazas. Después, antes de marchar, nos hacemos una foto colectiva.
Al terminar nos acercamos a hacer una visita rápida al Centro de Acogida Don Bosco, que tiene mucha relación con España. Les hacemos entrega de unos balones de fútbol. Se dedican a la integración de niños de la calle y los talleres de madera que visitamos tienen unas buenas instalaciones. No nos entretenemos porque queremos ver alguna cosa más antes de marcharnos de Porto Novo.
Se nos ha ido pasando el tiempo casi sin darnos cuenta. Romeo anda un poco apurado pensando en el regreso porque dice que si lo hacemos tarde será un poco caótico por la saturación de tráfico que se puede producir.

Hacemos una parada en el Museo Etnográfico para saludar al director de la tesis que está haciendo Jöel acerca del traje (me resultó muy curiosa la introducción del trabajo, en la que comienza diciendo que lo que diferencia a los humanos de los animales es el traje) y, a renglón seguido, nos metemos con ciertas prisas a visitar el Jardín de las Plantas y de la Naturaleza, en las inmediaciones del Parlamento. El estudiante que nos lo enseña nos hace ver las características de muchos árboles para nosotros desconocidos y se para especialmente en especies botánicas un poco raras, así como también en aquellos árboles que se consideran sagrados o bien a los que se tiene gran respeto, como el iroko, la palma, el baobab, el árbol del viajero o el cacao. Algunos monos nos van acompañando libremente, saltando de rama en rama mientras hacemos el recorrido.
Ya enfilando la carretera nos detenemos un momento en la plaza Toffa, dedicada al glorioso rey de Porto-Novo por su apertura y expansión de la ciudad en los tiempos de la colonización, pero que también tiene la fama de haber firmado la secesión de Porto-Novo a los franceses. La plaza es un punto de encuentro para los locales y en el centro hay una gran estatua de este rey. Todas las estatuas que hemos visto son chocantemente desproporcionadas y el fallo común posiblemente se deba algún criterio mal aplicado. Son figuras grandes y quizás para evitar que la parte más alejada de nuestra vista (normalmente la cabeza y la parte alta del cuerpo) nos dé desde abajo la sensación de ser más pequeña, la hacen de mayor tamaño que el resto de la figura, pero lo hacen de una forma tan exagerada que las imágenes resultan paticortas y cabezonas. 

Matilde aprovecha para echar un pitillo. Es curioso, pero en Benín no tienen costumbre de fumar, no se ha introducido el vicio, no es habitual. Es rarísimo encontrar un paquete de tabaco y yo creo que, hasta ahora, podrían sobrarnos los dedos de una mano para contar las personas que hemos visto fumando. Una suerte para los ciudadanos y para la sanidad del país.
El regreso a Cotonou es una auténtica locura por la cantidad de tráfico que se acumula conforme nos vamos acercando a la ciudad. Un enjambre de motos, un caos circulatorio y la contaminación bestial que hay en el ambiente, hacen que se convierta en una pesadilla interminable el camino de vuelta a casa. La contaminación es salvaje. A todas luces resulta excesiva, teniendo en cuenta que no hay calefacción ni industria y que el parque automovilístico es escaso. Es verdad que la concentración de motos es importante, pero no parece suficiente para explicar el fenómeno. Posiblemente haya que achacarlo a las adulteraciones de las gasolinas. Un a de las cosas que llama la atención en Benín es que hay un puesto con gasolina y gasóleo cada pocos metros, tanto en la ciudad como en las carreteras. Sin duda es una de las actividades comerciales que más prolifera. Esas gasolinas cuestan mucho menos que las que se venden en las gasolineras oficiales (en éstas, que están vacías, el precio se acerca a los 800 francos y en aquellas oscila entre los 400 y los 500). La gasolina la suelen comprar de estraperlo en Nigeria (a muy pocos kilómetros de Porto-Novo) y la traen en motos pequeñas, cada una con 15 ó 20 bidones. Como la policía les puede parar y sancionarles, algunos se han entretenido en “tunear” su scooter, poniéndole dos ruedas detrás y añadiéndole dos grandes depósitos. Así la policía no les puede decir nada porque lo que llevan es gasolina para su moto. 
Por fin llegamos al hotel Para Mondo. Yo me pego una ducha que me desintoxica, me reconforta y me hace olvidarme de las fatigas del regreso atosigante. Jöel nos sorprende con unos yogures que ha traído en secreto de Songhai sabiendo que nos habían encantado. Les gusta mucho esto del regalo sorprendente. En cualquier momento te aparecen con algo que no te esperabas. Tomamos los deliciosos yogures para cenar, con unos cacahuetes dulces que baja Romeo de la habitación y unas cervezas Castell. Al poco rato llega Rachel, la modista, a traer los vestidos de Priscila, que nos hace un pase de modelos. Uno de ellos le queda de maravilla y el otro tiene que llevárselo de nuevo para hacerle una pequeña modificación.
Lo de los trajes también tiene "su tela" (y nunca mejor dicho). Para hacerse un traje se compra en cualquier sitio el tejido (la tela de mejor calidad viene a costar unos 10.000 fcfas, unos 15 euros, y tiene 5,6 metros). Después, vas a la modista o al sastre (o vienen ellos) para tomarte las medidas. Por regla general en un día te lo traen acabado. En función del tipo de traje y de las prisas, la confección a medida puede variar un poco pero, un precio medio pueden ser los 2500 fcfas, algo menos de 4 euros.

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