lunes, 10 de septiembre de 2012

Es posible que Lionel sea un privilegiado


4º día. Jueves 16.08.2012

Los gallos también hoy han decidido ser inmisericordes con nosotros. Sus apasionados cánticos nos han vuelto a zarandear en nuestros camastros antes del amanecer. La diana obligada se recibe con un cabreo manifiesto en la bien poblada habitación en la que nos alojamos. Sin ningún apunte de entusiasmo comenzamos a desperezarnos. Cuando abrimos la puerta, los chavales más atrevidos van irrumpiendo poco a poco en la estancia. 


Lo miro detenidamente y pienso que es posible que Lionel sea un privilegiado, una persona especial. Tiene alrededor de diez años y su piel es tan negra como la de todos los chicos del patio familiar, pero algo lo distingue, algo le hace diferente. Tiene un aire más elegante que la mayoría. Observo los pies de los muchachos que corretean por el patio, descalzos o con unas chanclas, recubiertos de ese polvo rojo del que no te liberan ni las duchas, ese polvo intenso y pegajoso que únicamente conocen bien los que pisan África. Los de Lionel también. Lionel, como los demás, tampoco tiene zapatos. No es eso. Pero tiene algo especial, algo impreciso que le da un porte distinguido. Quizás sea esa mirada penetrante, aguda, adulta, que le proporciona una expresión inusual al rostro de un niño.

Lionel es hermano de Fresnel. Se le ve un chico muy despierto. Hoy, sin necesidad de que se lo proponga, ha decidido hacerme de guía tempranero para un recorrido fotográfico por los alrededores. Es probable que lo haga pensando en el buen resultado que el trato amigable le ha proporcionado a su hermano mayor. Un estuche con un bolígrafo y una pluma, una navaja y mi linterna. Premio.

El paseo con el chaval resulta muy interesante. Lionel es un personaje. Tiene aplomo, da una imagen de seriedad y parece estar siempre inmerso en reflexiones intensas. Se desenvuelve a las mil maravillas en su papel de cicerone local. Nada más salir del patio en el que estamos, se puede apreciar que las familias colaterales no disponen de los mismos recursos. Hay más escasez. Las casas que vemos son de adobe o de maderas, no de ladrillo, hay menos limpieza y los útiles que manejan son más toscos, más rudimentarios. En algunas esquinas hay altares para las ofrendas. Nos saludan sonrientes. No hay reparos para hacer fotografías, incluso todo lo contrario. 
























Cuando volvemos del paseo, el patio rebosa actividad. Los niños se acercan a fotografiarse con nosotros. Matilde juega con los pequeños a "Palmas, palmitas", Noé infla uno de los balones que hemos traído y se lo da a los muchachos. Estalla el júbilo. Rápidamente se improvisa una portería y todo el mundo emula a Messi (Lionel el primero) o a Cristiano Ronaldo. Mientras tanto, Matías, nuestro chófer, acarrea hasta la furgoneta “las camas”, que se van a Bohicon a casa de la madre de Romeo, con un saco de carbón, que la abuela le regala. La despedida en casa de la grand-ma es todo un espectáculo, con palabras cariñosas que se acompañan de cánticos y aplausos. Entrañable y cariñosa. Nos vamos encantados y tristes. Hemos estado muy a gusto. Fresnel y un muchachito se vienen con nosotros.

Intentamos acercarnos a visitar el terreno que ahora adquiere la Asociación Destino Benín para la construcción de un centro de formación y ocio infantil y juvenil en las inmediaciones de Savalou pero, debido a las lluvias recientes, la entrada está demasiado embarrada y desistimos.

Hacemos una breve parada para visitar el monumento al primer rey de Savalou, Ahossou Soha (Gbaguidi 1º, ascendiente de Romeo), que significa "el rey que consiguió dominar al búfalo" porque, a la muerte de Ligbo, el jefe de la zona, la sacerdotisa impuso este reto al que quisiera ser nombrado sucesor. 

Al rato nos detenemos en la fábrica de anacardos (en la que trabaja la madre de Fresnel y Lionel). En Benín hay muy poca industria y la existente la cuidan y la muestran con orgullo, como un tesoro preciado. A pesar de ser un día festivo en la localidad, nos la enseñan y hacemos un recorrido por las distintas dependencias de la misma, mientras uno de los encargados nos va relatando las diferentes fases del proceso. A la salida compramos algunas bolsas de anacardos que están francamente buenos.

























Poco después hacemos una nueva parada, en este caso en Logozohé, el pueblo del que es originaria la madre de Romeo. Allí nos bajamos a conocer la casa y a dar una pequeña vuelta por los siempre curiosos puestos de estos mercados africanos tan llenos de vida, incluso en los sitios pequeños como éste. En uno de ellos compramos una especie de buñuelos hechos con pasta de guisantes (Ata), que están muy ricos. Allí se quedan Fresnel y José, el otro chico que había venido con nosotros.


Reanudamos la marcha y poco después hacemos una nueva parada en Dassa para visitar la Gruta Mariana. La gruta llamada de Nuestra Señora de Arigbo, es un centro de peregrinación importante que reúne a miles de fieles en la fiesta de la Asunción. Fue bendecida en 1954, tras la aparición misteriosa de una imagen de la Virgen María. El único atractivo del lugar es precisamente el tener esa capacidad para congregar a miles de devotos que, anualmente y cada vez en mayor número, acuden a la explanada.























Arrancamos hacia Bohicon. En el camino hacemos una parada para comprar sin bajarnos del coche unos quesos de esos frescos que llaman Amón, que resultan estar muy buenos con un sabor ligeramente parecido al calostro con alguna hierba.
Llegamos al hotel Chez Franco. Tiempo de relajo mínimo para un respiro y una duchita maravillosa. Después nos acercamos a un lugar situado a 9 kilómetros para visitar los asentamientos arqueológicos de Agongointo-Zoungoudo, según parece construidos entre los siglos XVII y XIX. Se trata de unos curiosos abrigos subterráneos situados 10 metros bajo tierra, construidos para servir de refugio a los habitantes de la zona contra potenciales enemigos. Fueron descubiertos en 1998 al hacer la carretera actual. En cierta medida, recuerdan a las ciudades subterráneas existentes en Turquía y otras partes del mundo aunque en este caso, muy simplificados en lo que a la construcción se refiere. En cualquier caso, resultan llamativos y la zona parece estar sembrada de este tipo de refugios, con diferentes capacidades y tamaños. El que visitamos es pequeño. En el entorno hay un parque arqueológico en el que se conservan templos, altares para ofrendas y lugares sagrados en los que se desarrollaba la vida religiosa de sus habitantes.


La madre de Romeo tiene interés en que nos acerquemos al terrenito que se han comprado y en el que están empezando a construir la vivienda familiar, a la que hoy llevan la conducción del agua. Quiere, por una parte, que lo conozcamos y por otra, comprobar cómo van los trabajos. Se le ve ilusionada con la nueva vivienda. La casa, alejada del centro, está todavía poco más que en los cimientos, pero tiene un aspecto estupendo. A la vuelta nos entretenemos brevemente en las casas de algunos de los vecinos para saludarles y charlar un rato con ellos. En Benín se le da mucha importancia a estas relaciones de proximidad, que suelen ser muy cordiales y de gran familiaridad entre los vecinos. Con frecuencia entran unos en las casas de los otros como si fuese la propia y sin que sea necesario ningún tipo de protocolo o de advertencia previa.

De regreso, nos paramos un rato a hacer unas compras en el mercado. Hemos decidido que vamos a cenar por nuestra cuenta en el hotel. Nos damos un paseo y compramos buñuelos, piñas, aguacates y manzanas. Cenita sana, barata y ligera en Chez Franco. Estupendo. A la cama.

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